Prehistoria en Europa


Es innegable que Europa, durante toda su Prehistoria, fue tributaria de los avances de África y Oriente Medio. Si exceptuamos la cultura Musteriense y quizá la Auriñaciense junto con el desarrollo del Arte paleolítico; además de la Cultura megalítica o la Cultura del vaso Campaniforme, todos los progresos registrados en esta fase de la Historia europea son importaciones foráneas. Esta afirmación podría considerarse excesivamente difusionista, pero sólo la aparición de la cultura clásica grecorromana pone a Europa a la altura de las grandes civilizaciones de otros continentes.


Edad de Piedra europea


La Edad de la piedra europea sigue dividiéndose en tres etapas, siguiendo las propuestas de John Lubbock en 1865 que separó el Paleolítico y el Neolítico. A éstas se unió el Mesolítico, gracias al descubrimiento del Tardenoisiense por Gabriel de Mortillet etre 1885 y 1897.11 Más tarde las tres edades de la piedra fueron precisadas y enriquecidas por las propuestas del abate Breuil en 1932. Desde entonces, aunque se hayan cambiado los cuadros de referencia y muchos conceptos erróneos, la división apenas ha sufrido alteraciones relevantes.


Paleolítico, la primera fase, o Edad Antigua de la Piedra: Es el periodo más antiguo y largo de la historia europea; comenzaría hace aproximadamente un millón de años con la llegada de los primeros humanos (bien Homo ergaster, bien Homo antecessor). Durante el Paleolítico europeo se suceden, después, otros tipos: Homo heidelbergensis, Homo neanderthalensis y Homo sapiens sapiens; este último vino a través de otra migración provocando la extinción de los neandertales hace 50.000 años. Paralelamente a la evolución humana se produce una evolución cultural: durante el Paleolítico Inferior la cultura dominante en Europa es el Achelense; en el Paleolítico Medio tenemos el Musteriense (propia del hombre de Neandertal), quizá el Châtelperroniense sea un epígono de este tipo humano. Con la llegada del hombre moderno12 se suceden una serie de culturas como el Auriñaciense, el Gravetiense, el Solutrense y el Magdaleniense. Otros elementos importantes para comprender el Paleolítico son las continuas oscilaciones climáticas llamadas glaciaciones, el predominio de la economía cazadora recolectora y la aparición del Arte al mismo tiempo que llega el hombre moderno.




Epipaleolítico/Mesolitítico, la fase intermedia o Edad Media de la Piedra: se refiere al periodo que transcurre desde la retirada del último glaciar (hace unos 12 000 años), hasta la llegada del Neolítico (hace unos 5000 años). Actualmente se discrimina entre culturas epipaleolíticas (aquellas que mantienen el modo de vida propio del Paleolítico, sin cambios sustanciales, como ocurre con el Aziliense, por ejemplo), de las denominadas culturas mesolíticas (aquéllas que muestran una tendencia a evolucionar hacia la sedentarización y otros rasgos propios de lo que luego será el Neolítico, tal es el caso del Tardenoisiense).





Neolítico, la última fase o Edad Moderna de la piedra: el Neolítico llega a Europa desde el Próximo oriente a través de los Balcanes y la cuenca Mediterránea en el sexto milenio aunque hay constancia, ya en el VII milenio a. C. de culturas neolíticas (o protoneolíticas) sin cerámica y sin hachas pulimentadas en la zona de los Balcanes: se trata de pueblos con una agricultura rudimentaria, itinerante; ganadería, caza, pesca y recolección, y numerosas pervivencias epipaleolíticas (hábitats en cuevas, utillaje, etc.). En Chipre, la zona griega y los Balcanes es donde aparece el primer neolítico europeo, muy influido por el anatólico. Aunque los primeros poblados sedentarios son muy pequeños, pronto de desarrolla una cultura con yacimientos como Sesklo o Nea Nikomedia, ambos sobre elevaciones del terreno, con murallas y bastiones y, en su interior, construcciones rectangulares con un vestíbulo de acceso. En la cultura material destaca la cerámica pintada y las figurillas femeninas. En el Mediterráneo occidental se sospecha la existencia de una fase precerámica fundamentalmente ganadera y aferrada a los hábitats en cueva, la primera gran civilización panmediterránea plenamente neolítica es la de Cerámicas impresas Cardiales (verde claro en el mapa). Probablemente un pueblo de pescadores identificable por sus típicas cerámicas decoradas con impresiones de conchas de berberecho (Cardiidae) que aparecen tanto en la orilla africana como en la europea, desde Dalmacia a la península Ibérica. En el quinto milenio otra oleada neolitizadora penetra en Europa a través del Danubio, se caracteriza por la llamada Cerámica de bandas (pardo claro en el mapa), y su influencia se extiende desde lo que hoy es Hungría hasta los actuales Países Bajos. La cerámica de bandas está decorada en frisos superpuestos con motivos diversos, destacando los meandros, las volutas y las formas angulosas. Esta cultura habita en poblados fortificados, algunos de gran tamaño (hasta 40 hectáreas). Existen otras culturas menos homogéneas que no pueden tratarse en un artículo general como éste.




El caso es que antes del año 4000 a. C. toda Europa estaba neolitizada. Fue hacia esa época cuando empezaron a aparecer, más o menos simultáneamente, en varias regiones atlánticas (desde Portugal a Dinamarca) unas estructuras colosales de carácter mayoritariamente funerario (pero no únicamente) englobadas en un fenómeno denominado megalitismo. Este nuevo aspecto cultural sobrepasó el ámbito de la Edad de Piedra, perdurando durante el Calcolítico y la Edad del Bronce. El fenómeno megalítico evolucionó hasta el 1500 a. C., llegándose a construir algunos monumentos impresionantes hacia los momentos finales (últimas fases de Stonehenge).



Los monumentos megalíticos han sido interpretados como centros simbólicos y/o rituales de las poblaciones de su entorno, de las cuales se conocen muy pocos datos: algunas cabañas dispersas de madera o piedra, acumulaciones de sílex, fosas y hogares, son las evidencias halladas. La excepción la constituye el interesante poblado de Skara Brae, en las islas Orcadas (Escocia). También se han encontrado en el norte y noroeste de Europa ciertos recintos delimitados por fosos sucesivos, terraplenes y empalizadas, denominados campos atrincherados, que funcionarían, posiblemente, como espacios rituales complementarios de los megalitos.


Un monumento megalítico es una construcción formada por piedras gigantescas (de varias toneladas), de ahí su nombre: megas: gigante y, lithos: piedra. Hay cinco clases de monumentos megalíticos:


Menhir: es una gran piedra puesta de pie que marcaría un lugar sagrado.


Alineamiento: es un conjunto de menhires puestos en fila.


Crómlech: es un conjunto de menhires puestos en círculo. Se supone que el alineamiento y el crómlech eran templos al aire libre


Dolmen: Es el monumento más complejo. Se trata de un lugar para enterrar a los muertos de la tribu. Constaba de un corredor o pasillo de entrada y de una cámara funeraria, ambos construidos con grandes lajas de piedra. Todo ello cubierto por un montículo de tierra y cascotes llamado túmulo. El dolmen es como una montaña artificial con una cueva artificial en su interior. Todos los difuntos eran depositados en la misma cámara funeraria, ya que se trataba de un lugar de enterramiento colectivo. Junto a los difuntos se colocaban ofrendas funerarias (como armas, comida y joyas, entre otros elementos).


Trilito: Dos piedras paralelas y verticales, no muy separadas entre si y una horizontal puesta sobre ella.


Edad de los metales en Europa


Calcolítico europeo


El Calcolítico o Eneolítico es la Edad del Cobre (en griego cobre se dice Χαλκός = «kalkós»). Esta fase es, a menudo, difícil de definir, pues la presencia de objetos de cobre no siempre supone un cambio cultural importante respecto al Neolítico, por lo que suele tratarse como un estadio intermedio entre el final de la edad de Piedra Mesolítico y la Edad del Bronce. No obstante, es posible utilizar esta denominación para algunas culturas, que presentan rasgos claramente diferenciados; en el periodo que transcurre entre el cuarto y el segundo milenio a. C.. Quizá convenga aclarar que no se tratarán aquí las culturas del tercer milenio del Egeo (Cicládico y Minoico), por considerarlas más avanzadas, en la línea de otras del Próximo Oriente, tal vez protohistóricas y incluso podrían incluirse en los inicios de la Historia antigua del mundo preclásico.




El cobre aparece hace más de 6.000 años, a finales del Neolítico, en Oriente Medio, en forma de objetos martillados a partir de pepitas de metal nativo. La fundición es algo posterior y penetra en Europa a través del Cáucaso y Anatolia en el IV milenio a. C. Aunque hay especialistas que sostienen un descubrimiento autóctono del cobre en el sureste de Europa, tan antiguo como el de Oriente. En efecto, la zona de Serbia, y Sur de Rumanía es la primera en la que se atestigua la fundición del cobre (Vinca-Gulmenitza), desde allí, los préstamos culturales parecen extenderse en todas direcciones (hacia el norte, afectando la zona de Cucuteni-Tripoljé, y hacia el este, hasta llegar a Austria, naciendo la cultura de Tisza-Lengyel). Este primer centro metalúrgico se da en el IV milenio a. C.


Un segundo foco metalúrgico local se sitúa al sur de la península Ibérica, donde los yacimientos cupríferos de Almería atrajeron exploradores orientales que, por aculturación, provocaron el nacimiento de la cultura de Los Millares (Almería) que se desarrolla a lo largo del III milenio a. C. Al parecer, el cobre hispano, rico en arsénico, tenía mayor calidad que el cobre puro (aunque sin llegar a igualar al bronce). Los contactos comerciales de gentes del otro extremo del Mediterráneo con indígenas almerienses aumentaron su riqueza y complejidad social. Aunque Los Millares mantienen las tradiciones megalíticas funerarias, su estructura social es, sin duda, mucho más compleja que en el Neolítico final; de hecho los dólmenes almerienses pasan a ser sepulcros de corredor con cámara de falsa cúpula, es decir, auténticos tholoi14 y aparecen impresionantes estructuras defensivas en el poblado epónimo y en otros de la misma zona. Innegable es la influencia del mediterráneo oriental en la aparición de ciertos objetos, algunos relativamente abundantes, como los idolillos oculados de inspiración cicládica, y otros más raros como cerámicas egeas, puñalitos egipcios y otras piezas de marfil y alabastro. La cultura de los Millares es, pues, el resultado, de la evolución de indígenas peninsulares ante la influencia de extranjeros orientales. O, por decirlo en palabras de un insigne arqueólogo español: «...la alternativa aquí planteada, que el Calcolítico en Iberia se haya desarrollado localmente, a partir de la invención local de la metalurgia y con un mínimo de influencia externa, debe ser igualmente considerada como posibilidad».


La tercera gran incursión del cobre viene de la mano de la cerámica cordada, propia de gentes de originarias de las estepas del este. Estos pueblos pastores y guerreros llegaron con costumbres nuevas a principios del tercer milenio a. C., ocupando un extenso territorio que comprendía desde las estepas al norte del mar Mar Caspio, hasta las riberas del Báltico y los Países Bajos e incluso alcanzaron Suiza (al norte del Danubio); no se conocen sus causas de su migración, pero, sin duda, truncaron una plausible evolución local de las pequeñas culturas calcolíticas europeas. A pesar de que esta especie de invasión no dio lugar a una cultura uniforme, en Europa oriental ha recibido el nombre de Kurganes de las estepas y en Europa Central, Cultura de las Cerámicas cordadas o, también, Pueblos del hacha de combate. Sin embargo hay, por toda la zona que ocuparon, una gran diversidad cultural con una serie de rasgos comunes que podemos sintetizar en los siguientes puntos:


- Las costumbre funerarias de enterramiento individual o colectivo, en una pequeña cámara funeraria semisubterránea en forma de pequeña cabaña de madera, todo ello bajo un túmulo llamado Kurgán. Los sacrificios de ganado para formar parte de las ofrendas al difunto. La colocación contraída del cadáver e intensamente rociado con ocre rojo


- El ajuar más característico suele incluir las denominadas cerámicas cordadas (es decir, decoradas con impresiones de curedas), las hachas-martillo con enmangue directo (llamadas hachas de combate, y que parecen réplicas en piedra de piezas metálicas sumerias o anatolias) y, si el individuo era de alta posición social, piezas exóticas de clara influencia oriental (vasos y apliques de plata, adornos repujados de oro y algunos objetos de cobre, entre otros).




- La economía seminómada y pastoril propia de las estepas, que, a pesar de todo, ha permitido localizar algunos escasos poblados, como el yacimiento ucraniano de Mikailovska en el bajo Dniéper, de cierta entidad urbana y con casas rectangulares. Se sabe que existía una clara estratificación social con base en las diferencias en la riqueza de los ajuares de algunos kurganes, frente a la pobreza de otros. Algunos sepulcros son asombrosamente ricos, como el del Maykop (Adiguesia, Rusia).


La implantación metalúrgica definitiva en toda Europa la protagoniza un grupo que, a pesar de ser mal conocido, se extiende por toda Europa occidental, se trata de la Cultura del vaso Campaniforme desde el 2300 a. C., hasta bien pasado el 1800 a. C. En realidad no estamos ante una cultura en el sentido estricto del término, sino de una fenómeno que afecta a prácticamente toda la Europa prehistórica (Salvo las zonas el este y los Balcanes), pero de un modo desigual y manteniendo una gran diversidad de grupos culturales regionales. Por otro lado, el fenómeno campaniforme no supuso ningún avance en la metalurgia del cobre en las zonas más desarrolladas, pero supone su expansión a otras áreas marginales que se mantenían en una Edad de Piedra Tardía y que no conocían el metal. Evidentemente, el objeto más característico de este horizonte son los vasos de cerámica de forma acampanada, con decoración incisa o impresa cuyos motivos varían según las peculiaridades regionales.



El campaniforme tiene orígenes inciertos que podrían estar en los Cárpatos: se introdujeron a través del territorio de la cerámica cordada de ahí que el campaniforme más antiguo tenga decoración cordada (Campanifrome cordado), después se extendión hacia el oeste, formando el grupo Campaniforme Atlántico. Cuando llega a la península Ibérica y se relaciona con los pueblos más avanzados del sur, en torno al 2000 a. C., experimenta un cambio y se produce una «rebote» en la expansión, es lo que habitualmente se denomina Campaniforme de Reflujo, que vuelve sobre sus pasos, hasta la zona del Rin. En este momento, la decoración cerámica es más barroca, los ajuares más ricos y es cuando existe más homogeneidad en las zonas afectadas. Aunque se ha especulado mucho sobre la naturaleza del pueblo campaniforme (se pensaba que era un grupo de buhoneros que recorría Europa o una simple moda cerámica), actualmente se cree que estamos ante una invasión en toda regla de pueblos orientales que, aunque se mezclaron con las culturas indígenas, mantuvieron un estatus especial, manifestado sobre todo en las tumbas.




Las tumbas campaniformes son fosas individuales en las que se deposita el cadáver en posición contraída con un ajuar que suele constar de la típica cerámica campaniforme y otros objetos no menos característicos: puntas foliáceas de flecha talladas en piedra, brazaletes de arquero, armas de bronce: un puñal de lengüeta, puntas de lanza de cobre (a menudo llamadas «puntas de Palmela», en honor a la ciudad portuguesa en la que se identificaron), varias leznas, adornos en oro de diversa entidad (diademas, alambres...) y botones de hueso perforados en V. Se trata pues de un ajuar con muchos objetos ofensivos y de prestigio; por eso, se especula ante un auténtico control por parte de los pueblos campaniformes sobre casi toda Europa occidental (sin llegar a formar entidades estatales), basado en el dominio de la metalurgia, en la destreza en el manejo del arco y, tal vez, en el aprovechamiento del caballo como montura.


Edad del Bronce en Europa


El Bronce es el resultado de la aleación de cobre con estaño con la ventaja de que funde a más baja temperatura y es mucho más resistente que el cobre. Fue inventado en oriente medio hacia el IV milenio a. C. sustituyendo al Calcolítico aunque en otros lugares esta última edad fue desconocida y el bronce sustituye directamente al período Neolítico. El bronce penetró en Europa a través de una extensa red de vías comerciales que recorrían todo el continente hasta el Mar del Norte, comunicando con las avanzadas civilizaciones del mundo Egeo, así como Egipto y el Próximo Oriente.


Bronce Antiguo en Europa


Entre los años 1800 a. C. y 1500 a. C., aproximadamente, coincidiendo con la plenitud del mundo minoico, es decir con la fase llamada «Minoico Medio o de los Grandes Palacios», pero también con el inicio del mundo micénico. Europa se benefició de la demanda de materias primas por parte de las grandes civilizaciones del Próximo Oriente y del Egeo. éstas demandaban ámbar del Báltico, cobre del bajo Danubio y Huelva, estaño de Cornualles y Galicia, oro de Irlanda, metales preciosos de Andalucía y azabache de Gran Bretaña. A cambio ofrecían manufacturas de bronce (armas, sobre todo) o, simpemente difundían la nueva tecnología metalúrgica, junto a otros objetos exóticos entre los que destacan los ornamentos de oro y plata y las perlas egipcias de fayenza azul. Las principales rutas comerciales eran controladas por una serie de culturas que, en conjunto, llamaremos Complejo o familia de los túmulos del Bronce Antiguo. Éstas, aunque muy diferentes, comparten un sustrato calcolítico en el que se combina la herencia occidental del Campaniforme tardío, las Cerámicas cordadas de Centroeuropa y los kurganes de las estepas orientales: cultura de Unetice, un gran dominio que abarcaba desde el mar Negro hasta el mar Báltico; y las que parece subsidiarias suyas en occidente: cultura de los Túmulos armoricanos, cultura de Wessex: en las Islas Británicas, durante esta época, siguen teniendo gran importancia los santuarios megalíticos llamados «Henges», que, bien son mantenidos como centros cultuales en activo o, incluso remodelados y enriquecidos, como es el caso del propio Stonehenge.



La mayor parte de los restos son monumentos funerarios de tipo tumular pertenecientes a las oligarquías locales guerreras (a juzgar por la alta proporción de armas) enriquecidas gracias al comercio. Quizás, conocían el carro de combate y vivían en poblados fortificado. En ciertas zonas del norte de Italia, los terrenos pantanosos han preservado multitud de objetos de cuero, piraguas de madera, arcos de gran tamaño, ruedas de carro y arreos de hueso. Todas estas culturas, como acabamos de mencionar, se caracterizan por los monumentos funerarios bajo túmulo, algunos de ellos, de gran riqueza. Los ajuares se componían fundamentalmente de armas; entre las primeras, se destacan los característicos puñales triangulares de pomo macizo, las hachas planas y las hachas-maza de combate de bronce... También aparecen ornamentos metálicos, destacando los brazaletes, las lúnulas (pectorales) y jarras de oro o plata repujados, ámbar y perlas de fayenza egipcias. Algunos túmulos llegan a ser tan ricos que se ha llegado a hablar de «Tumbas reales», por ejemplo, las de Leki Male (Polonia) y Leubingen (Austria), cultura Unetice; la de Kernonen (Francia), cultura de los Túmulos Armoricanos; o la de Bush Narrow (Inglaterra), Cultura de Wessex.




En el caso de la península Ibérica, la tradición (epi) campaniforme pervive hasta bien entrado el segundo milenio y las piezas metálicas siguen siendo de cobre arsenical. Sin embargo, a partir del 1700 a. C. asistimos al nacimiento de la cultura de El Argar, en el sur (aunque de tradición radicalmente opuesta a la de Los Millares), todavía con una pequeña área de influencia y numerosas pervivencias calcolíticas. Estamos, pues, ante una etapa temprana, llamada tradicionalmente «Fase A» en la que destacan los enterramientos en cista con un ajuar que revela intensas relaciones con el Mediterráneo oriental, y escasa influencia del resto de Europa. el apogeo de esta cultura se verá en la fase siguiente (a partir del Bronce Medio).



Bronce Medio en Europa


El Bronce Medio transcurre, más o menos, entre el 1500 a. C. y el 1200 a. C., lo que significa que coincide con el apogeo de la Civilización micénica. En el corazón de Europa, la cultura de Unetice deriva a la Cultura de los Túmulos, un agregado no unitario pero con una base común, y una oligarquía que se beneficia del comercio con el mundo Egeo. Casi todas ellas poseen poblados no muy grandes, edificados sobre colinas de fácil defensa y protegidos por murallas de madera y barro y varios fosos circundantes; las viviendas de madera, poco elaboradas, sugieren cierta movilidad (podría tratarse de «pastores guerreros»). Los enterramientos siguen siendo tumulares, pero los túmulos son más monumentales y a menudo se agrupan en grandes necrópolis y incineración es cada vez más habitual. Aparte de eso, el mundo escandinavo, que, hasta ahora, sufría un importante retraso, se pone a la altura de Centroeuropa, constituyendo una zona de gran relevancia. Otras áreas culturales, aparte de la «Povincia Nórdica», son la «Provincia Atlántica» (con Bretaña y las islas Británicas), y la «provincia Itálica» donde se desarrollan la cultura de las Terramaras y la cultura Apenínica, ambas de fuerte influencia balcánica; frene a la Cultura Sícula más cercana al mundo micénico, que ya había colonizado las Islas Eolias en esa fase.




Una de las novedades más notables entre el Bronce antiguo es la aparición de auténticas espadas con largas hojas y sistemas de enmangue más efectivos que los remaches: empuñaduras lengüeta cuyos los mangos son, a veces, ricamente decorados con materiales perecederos que, afortunadamente, se conservan en algunos ejemplares de la zona nórdica (cuero, hueso y maderas de diversos tonos y, a veces, incrustaciones de oro y ámbar). Asimismo aparecen las puntas de lanza tubulares y las hachas de talón o «palstaves».




En lo referente a los adornos metálicos, su variedad es innumerable, brazaletes espiraliformes, tobilleras, colgantes, alfileres, anillos, pendientes, pasadores, broches, etc. Mención especial merecen los torques retorcidos irlandeses, que desde su región insular originaria, se difundieron con gran éxito por toda Europa, recibiendo el nombre de Torques de Tara en honor a este santuario gaélico, la Colina de Tara. Una obra excepcional, que supera el calificativo de mero ornamento, es el Carro Solar de Trundholm (arrojado como ofrenda al fondo de un pantano en Dinamarca).


La península Ibérica, con ser diferente, no puede decirse que tenga un nivel cultural superior al del resto de Europa. La zona más desarrollada es el sureste (Almería y alrededores), a causa del florecimiento de la Cultura del Argar, esta vez en su fase plena.16 El Argar es, en cierto modo, continuador de Los Millares, tras el paréntesis Campaniforme, pero, al mismo tiempo es una cultura muy diferente, surgiendo, de nuevo, la cuestión de si se trata de una cultura indígena que progresa gracias a los contactos con pueblos mediterráneos o si hay una auténtica colonización oriental (el número de asentamientos localizados revela un fuerte aumento demográfico respecto a etapas anteriores). Se caracteriza por sus poblados fuertemente protegidos, con gruesas murallas y áreas restringidas tipo acrópolis. Los enterramientos individuales (bajo las viviendas) que, en el Bronce Antiguo eran en cista, pasan a ser en grandes tinajas o «pithoi», con un ajuar que delata la poderosa influencia del otro extremo del mar Mediterráneo. La organización interna de los poblados, con barrios mejor protegidos, la jerarquía urbana detectada en los análisis espaciales y los ajuares funerarios apuntan a una compleja estratificación social: aunque El Argar no llegó nunca a formar un auténtico estado centralizado, debió de estar muy cerca de serlo. Las formas cerámicas de El Argar son muy diferentes de las del resto de Europa occidental, sus formas (con vasos carenados y altas copas sin decoración) se inspiran estrechamente en la cerámica del mundo Egeo, el resto del ajuar lo componen brazaletes, cuentas de ámbar, espadas (muy diferentes a las centroeuropeas, pues mantienen el sistema de mango macizo sujeto con remaches), alabardas, brazaletes, ornamentos de ámbar, alfileres..., y unas inconfundibles diademas de oro.


Aunque el mundo argárico se concentra en las provincias de Almería y Murcia (afectando también a Málaga y Granada), toda la mitad sur de la península Ibérica se ve afectada por su influencia, muy clara en la Cultura de Atalaia al sur de Portugal y en la cultura de las Motillas de La Mancha. A medida que nos desplazamos hacia el norte, la influencia argárica se hace más difusa, aunque se ha constatado que hubo relaciones comerciales norte-sur. De todos modos el Bronce Medio del resto de la Península se conoce bastante mal, destacando la zona galaico-portuguesa, en la que, aunque apenas hay datos concretos, se atestigua una cultura muy influida por el Mundo Atlántico tanto en las manifestaciones artísticas (los petroglifos), hasta los atesoramientos como el de Caldas de Reyes (Pontevedra), con más de 30 kg de objetos metálicos de origen bretón e irlandés. En la Meseta, elta etapa es muy mal conocida, aunque una serie de yacimientos (Los Tolmos de Caracena en Soria, Cogeces del Monte en Valladolid, Abia de la Obispalía en Cuenca, y otros más) permite hablar de una cultura denominada Protocogotas (o, también «horizonte Cogeces») que acusa, indistintamente la influencia argárica y atlántica, sobre un sustrato epicampaniforme.


Bronce final en Europa


El Bronce final (aproximadamente 1250 a. C.-725 a. C.) viene determinado por la aparición y la expansión de la Cultura de los Campos de Urnas en casi todo el continente, aunque hay otros horizontes culturales importantes en la provincia nórdica y en la cornisa atlántica. Según la idea más extendida, la Cultura de los Campos de Urnas surge de un modo repentino, en el centro de Europa, suponiéndose su zona originaria en la región de Pannonia, en torno al siglo XIII a. C. Para unos la aparición de esta cultura provoca una profunda convulsión, sobre todo en Europa Oriental y el Próximo Oriente, de ahí la caída de la civilización micénica (destruida por los dorios), la desaparición del imperio hitita (a manos quizá de traco-frigios), llegando los ataques incluso a los egipcios, que documentan incursiones de «gentes del este» denominados pueblos del mar (que quizá fueran poblaciones desplazadas, o que huían de la destrucción de sus lugares originarios). Sin embargo, no todos comparte esta explicación; de hecho, cada vez se extiende más la idea de que la «Cultura de los Campos de Urnas» no apareció violentamente, sino que es la consecuencia de una evolución suscitada por la llegada de pobladores orientales que se mezclaron pacíficamente con los indígenas centroeuropeos. El hecho de que la nueva cultura ocupe el mismo espacio geográfico que la de los túmulos (del Bronce Medio) y que la Unetice (del Bronce Inicial), parece confirmar que realmente existe continuidad cultural y racial. Además, el único cambio sustancial es, precisamente, la sustitución de las costumbres funerarias (cosa que ni es novedosa, ni es repentina), ya que el resto de los aspectos socio-culturales del bronce centroeuropeo no sufre alteraciones significativas, salvo diversos progresos que cristalizan en una auténtica época de plenitud. Gracias a su prosperidad y a la diversificación económica, la «Cultura de los Campos de Urnas» se expandió alcanzando gran parte de Europa occidental y mediterránea. Algunas áreas (sur de la península Ibérica, litoral atlántico y Escandinavia), quedaron al margen, pero no dejan de estar muy influidas por ésta. Por otro lado, el territorio ocupado por los campos de urnas no es unitario, al estar formado por un conglomerado de culturas locales, con un sustrato común, pero con particularidades regionales específicas.




Desde el punto de vista general, las novedades más importantes del Bronce final son, en primer lugar, el rito funerario de la cremación, que no aparece de forma radical (pues, aunque minoritario, ya era conocido en Europa), lo que ocurre es que en esta fase se generaliza: tras su incineración, las cenizas del cadáver eran depositadas en una urna cineraria y enterrada en un pequeño foso, junto con otras tumbas, constituyendo así, los extensos cementerios que dan nombre a esta cultura.17 Por otro lado, los ajuares eran pobres en comparación con periodos anteriores y posteriores, sólo en los siglos IX y VIII a. C. reaparecen las tumbas principescas con ricos ajuares y complejas estructuras que las distinguen de las demás.


Los poblados (de madera y adobe) son muy similares a los del Bronce medio, sin embargo ahora se aumentan sus defensas con terraplenes, empalizadas y recintos amurallados de tapial con refuerzos de madera; además las puertas adquieren forma de embudo y se protegen con torreones. En el interior, casas rectangulares de adobe con tejados de madera y paja. Suele haber numerosos silos y molinos de vaivén, evidenciando la importancia creciente de la agricultura frente al pastoreo, aunque éste sigue siendo fundamental, a juzgar por la abundancia de restos de ganado bovino, ovino, porcino..., incluso equino (de hecho, hay constancia de la difusión, no solo del carro, sino de la monta de caballos). Otras actividades económicas relevantes son las exportaciones de ámbar (que ahora, ya no se dirigen solamente a los emporios micénicos), y la explotación y comercio de la sal.


La cultura material también incluye novedades. Aparecen los primeros objetos de vidrio, seguramente incorporados del Próximo Oriente; pero, por lo demás, Europa experimenta una mayor independencia respecto a esta zona. Su evolución comienza a ser más autónoma y sus creaciones originales más habituales. Por ejemplo, proliferan los grandes recipientes de bronce batido o repujado, con formas muy diversas, entre ellas. las sítulas (que tanto predicamento tendrán en la edad del Hierro), a veces con una ornamentación muy sofisticada, convirtiéndose en objetos de intercambio muy apreciados, cuya función era sin duda ceremonial. Otros objetos ornamentales comunes son los torques, los brazaletes de costilla, y las fíbulas, de diversos modelos, como las llamadas «de anteojos» (por el desmesurado tamaño de su doble espiral). Entre las armas, hay una complejísima evolución, por lo que sólo mencionaremos que las puntas de flecha de sílex son definitivamente sustituidas por otras de bronce, se siguen desarrollando las hachas de combate, con talón y anillas, las alabardas, las lanzas y aparecen las corazas, los escudos y los cascos. Los modelos más representativos de espada son las de puño macizo con la guarda en U; bien con un gran pomo discoide, bien rematadas en antenas. La hoja suele ser biselada, a veces con rica decoración, y con silueta pistiliforme.


- El Bronce final en el resto de Europa, en concreto la cornisa atlántica se caracteriza por la continuidad y el progreso favorecido por los contactos con la «cultura de los campos de urnas» y por el nacimiento de una ruta comercial marítima que conectaba estas áreas con el Próximo Oriente (atravesando el estrecho de Gibraltar) a través de la cual se obtenía oro y estaño para oriente. El Bronce Final Atlántico es poco conocido porque se da la paradoja de que apenas se conocen asentamientos o necrópolis, pero abundan los llamados escondrijos (o zulos de objetos de bronce destinados al refundido) donde se han localizado piezas de una factura tan perfecta que se ha llegado a hablar de una belle époque de la Edad de Bronce. Por lo que se ve, el objeto más apreciado eran las espadas,18 al principio pistiliformes y al final con hoja en «lengua de carpa». No obstante, en el sur de las islas Británicas sí hay varios poblados, entre ellos destaca el de Itford Hill (Inglaterra), que nos puede servir como orientación sobre este punto: un emplazamiento elevado con varios recintos defensivos de madera que protegen una serie desordenada de viviendas de madera y barro, de planta circular. Las necrópolis evidencian la adopción de la cremación, con las cenizas depositadas en urnas cinerarias o directamente en pequeños fosos bajo túmulo.


En la llamada Provincia Nórdica se da un fenómeno similar, en el sentido de que se adopta la incineración como ritual funerario, a pesar de no pertenecer a la cultura de los campos de urnas. Asimismo se da un periodo de esplendor, en este caso con una industria metalúrgica más diversa y original que la zona atlántica. La diversidad y maestría de la metalurgia escandinava es asombrosa; a la enorme variedad de armas, hay que añadir los objetos de tocador (navajas de afeitar, pinzas, alfileres...), los vasos de bronce batido con ruedas, seguramente votivos o ceremoniales, como el de Skallerup, los jarros de oro repujado que se exportaron por toda Europa (tal es el caso de cono de Aventon, aparecido en Francia, pero elaborado en talleres escandinavos), las trompas de chapa de bronce o de otro y las fíbulas, casi siempre «de anteojos». A estos hallazgos hay que añadir que los poblados son mucho más abundantes en el Atlántico (lo que revelaría el aumento demográfico subsiguiente a la prosperidad económica) y están protegidos por defensas naturales y artificiales. De esta época son la mayoría de los petroglifos escandinavos de los roquedos de Noruega y Suecia, en las regiones de Escania y Uppsala; destacando la zona de Tanum (declarada Patrimonio de la Humanidad).




En la península Ibérica se da un mosaico de culturas, fruto de la convergencia de diversas tradiciones cultuales:


- En el noreste de la Península penetra la «Cultura de los campos de urnas» en su estado más puro aunque, con el tiempo, seguirá una evolución independiente. Se conocen mejor sus necrópolis que sus poblados, destacando el de La Pedrera de Vallfogona (Balaguer, Lérida). Los campos de urnas peninsulares abarcaron Cataluña y el bajo Aragón.


- En el noroeste predomina el poderoso influjo atlántico de Bretaña y las islas Británicas, pudiéndose afirmar que se da una evolución parecida, al menos en los elementos materiales de la cultura, pues los objetos metálicos recuperados así lo indican: escasez de lugares de hábitat, abundancia de objetos de bronce (hachas de talón y anillas, calderos de chapa de tradición irlandesa, recipientes de oro batido con motivos típicamente escandinavos...). Las espadas son pistiliformes al principio y de lengua de carpa al final.


- En el sur, en territorios andaluces se produce un periodo de estancamiento respecto al esplendor argárico. Sin embargo, todo indica que se trata de indígenas directamente emparentadas con Los Millares y El Argar, cuyas dos características más sobresalientes son la «cerámica de retícula bruñida» (con barniz rojo, bruñida y decorada por dentro con motivos reticulados que recuerdan mucho la influencia fenicia) y los enterramientos en cista, sin ajuar, cubiertos con lajas decoradas llamadas «estelas extremeñas» (en ellas se representa esquemáticamente al difundo con diversos objetos como armas, broches, espejos, incluso carros). El ámbito ocupado por esta cultura coincidirá, básicamente, con lo que luego será el territorio de Tartessos.



- Las tierras del Interior peninsular son ocupadas por otro pueblo claramente indígena como es la denominada «Cultura de Las Cogotas I».19 Su extensión sobrepasa los límites de la Meseta Central, adentrándose en el oeste del Cantábrico, en Aragón, en la comunidad Valenciana y en el curso medio del río Guadalquivir. Su indigenismo parece probado, pues enlaza sin solución de continuidad con la fase del Bronce Medio llamada Protocogotas y, a través de ésta, con los horizontes epicampaniformes e, incluso, del Campaniforme tipo Ciempozuelos. Su característica más distintiva es el tipo de decoración de su cerámica: se trata de vasos troncocónicos o carenados con motivos de espina de pescado incisos o figuras abstractas realizadas por la técnica excisa, y de boquique, rellenos de pasta blanca. Las gentes de Cogotas I vivían en pequeños poblados fortificados con viviendas cuadrangulares de adobe; no es raro que también habitasen en cuevas. Pero los yacimientos más abundantes de esta fase cultural son los «campos de hoyos» rellenos de desechos arqueológicos cuya función no ha podido ser explicada. Los enterramientos siguen la tradición campaniforme, es decir, inhumaciones en foso, con un pequeño ajuar, como es el caso de San Román de Hornija (Valladolid).




- Las Baleares y, en concreto, Mallorca, pero sobre todo Menorca, desarrollan la primera fase de la Cultura talayótica (cuya plenitud es propia ya de la edad del Hierro), caracterizada por la arquitectura ciclópea en una serie de edificios de los que el Talayot o torre es una de sus manifestaciones, junto a las taulas y las navetas. Esta cultura se relaciona con la cultura nuráguica de Cerdeña, pero es más desarrollada. Se conocen poblados amurallados, como el de Ses Paisses, que albergan talayots, barrios de viviendas de mampostería e inhumaciones bajo el piso; construcciones cultuales escalonadas (tal vez templos) e, incluso, acrópolis amuralladas en lugares de difícil acceso.




Edad del Hierro en Europa


Se llama Edad del Hierro al período en que se desarrolló la metalurgia del hierro. Este metal es superior al bronce en cuanto a dureza y abundancia de yacimientos. El empleo correcto de este mineral comenzó en el II milenio a. C., siendo los hititas el primer reino organizado que controló su producción. La expansión del conocimiento sobre el uso del hierro se produce probablemente desde Irán a través del Cáucaso, donde se refugiarían los supervivientes del imperio hitita destruido en el siglo XIII a. C.


Así pues, la Edad del Hierro viene caracterizada por la utilización del hierro como metal, importada de Oriente a través de las sucesivas inmigraciones de tribus indoeuropeas (célticas). En el caso de Europa Occidental, comienzan a llegar a partir del 1200 a. C., durante el Bronce Final. A pesar de que los minerales con hierro eran mucho más abundantes, su tratamiento requería una tecnología compleja y absolutamente diferente a la de otros metales conocidos hasta la fecha (refinado, fundido, forjado y templado), lo que obstaculizó su difusión: durante muchos siglos el hierro fue más un objeto de prestigio que una materia prima usada en herramientas de un modo habitual, por lo que el bronce no fue desbancado, sino todo lo contrario.21 En el caso de Europa el hierro no se generaliza hasta, aproximadamente, el año 800 a. C. y en la mayor parte del continente finaliza con la romanización. No obstante en el norte de Alemania la edad del Hierro continúa con el nombre de cultura de Jastorf; y en Escandinavia persiste hasta la época vikinga (alrededor del año 1000 de nuestra era). En cualquier caso, como para los otros periodos de la prehistoria, los límites cronológicos de la Edad del Hierro varían considerablemente según el área cultural y el área geográfica considerada.


La aparición del hierro coincide, además, con lo que podríamos llamar «línea de rotura de la Europa Prehistórica».23 Hasta el siglo VIII a. C. sólo el Mediterráneo oriental entra dentro de los parámetros históricos, a partir de entonces, nuevas culturas alcanzan los requisitos: el año 776 a. C. es reconocido por los antiguos griegos como el de su primera Olimpiada, es decir, el comienzo de su historia; por estas mismas fechas, en la península Itálica, la cultura de Villanova, una variante regional de los «Campos de Urnas», deriva en la civilización etrusca; en el 753 a. C. los romanos sitúan la fundación de la antigua Roma. Así nacen las civilizaciones clásicas, cada una de las cuales tiene sus propio alfabetos derivados del alfabeto fenicio. Posiblemente los exploradores y colonizadores fenicios sean los responsables del nacimiento de otra civilización mediterránea en Andalucía que, cuando menos, ha de considerarse protohistórica. Se trata de Tartessos, una cultura escurridiza por lo que es poco lo que se sabe con certeza de ella; entre otras cosas, pudo haber tenido su propio sistema de escritura, pero, aunque no hubiera sido así, el desarrollo social, cultural e incluso estatal, justifican su exclusión de la Prehistoria. Estamos, por tanto ante un periodo de dinamismo cultural en el que gran parte del Mediterráneo alcanza altos niveles culturales, tanto como para considerar que la Prehistoria ha llegado a su fin. A juzgar por las fuentes escritas, las exploraciones fenicias pudieron comenzar en antes del primer milenio, pero no hay constancia arqueológica hasta el siglo VIII a. C.; por esas mismas fechas la primera oleada de colonizadores griegos se establece en el Mediterráneo central, y en el siglo siguiente, una segunda oleada alcanza la península Ibérica (Ampurias, Hemeroscopio, Mainake). La influencia de fenicios y griegos debió ser fundamental no sólo para la difusión de la metalurgia del hierro, sino, sobre todo, para el desarrollo de sociedades que alcanzan el nivel de históricas.



Caso muy diferente es el del resto de Europa, dominado casi todo él por la influencia céltica y que suele dividirse en dos grandes fases:


Cultura de Hallstatt


La cultura de Hallstatt (800-450 a. C.) o Primera Edad del Hierro en Europa Central, Francia y los Balcanes, considerada heredera de la «cultura de los Campos de Urnas». Esta sociedad está dirigida por una aristocracia guerrera; aunque el hierro al principio es minoritario, a partir del VII a. C., se generaliza poco a poco. Esta cultura mantiene contactos con el Mediterráneo y con las estepas del este europeo. Persiste el comercio del ámbar y del estaño en los intercambios con el mundo mediterráneo. Se recupera el rito funerario de la inhumación bajo túmulo, imponiéndose paulatinamente sobre la incineración, que es más habitual en las zonas periféricas (donde suele hablarse de «Campos de Urnas Tardíos»). Algunas tumbas, por su contenido y por su estructura, resultan claramente principescas con ricos ajuares depositados en grandes cámaras mortuorias de madera.




Cultura de La Tène


La cultura de La Tène (desde el 450 a. C. hasta la conquista romana); es la Segunda Edad del Hierro en Centroeuropa, Francia, norte de España e Islas británicas. El hierro se ha generalizado y la economía se ha diversificado, naciendo una auténtica Cultura Céltica de gran envergadura.24 Los asentamientos son fortificados, la complejidad de algunos de ellos es propia de grandes urbes (lo que los romanos llamaban oppidum) con una estratificación social bien diferenciada, cuya cúspide ocupan los nobles guerreros. Estos aristócratas gustaban de ser inhumados en enormes tumbas con ajuares muy ostentosos que incluyen carros de guerra, adornos, joyas, armas y grandes vasos de cerámica importados de Grecia y Etruria. La tumba de la princesa de Vix es el mejor ejemplo.




La península Ibérica durante la Edad del Hierro


Los fenicios y los helenos potenciaron los progresos de los pueblos asentados en el litoral mediterráneo español, desde Cataluña a Andalucía, propiciando el desarrollo de la etérea civilización tartésica andaluza (en la Primera Edad del Hierro) y de los íberos (en la Segunda Edad del Hierro); ambas pueden incluirse cuando menos en la Protohistoria, y, puesto que los íberos tenían su propio alfabeto, deben ser considerados ya dentro de la Historia.


El resto de la península entraría dentro del ámbito céltico, aunque hay numerosas subdivisiones culturales basadas en la cronología y la geografía, pero pueden distinguirse, por un lado, los pueblos atlánticos y, por otro, los pueblos del interior. En cualquier caso hablamos de gentes que conservan un fuerte sustrato de profundas raíces indígenas sobe el que intervienen los aportes, bien de la Europa atlántica, bien de la Europa central. Por otra parte, la periodización europea no encaja bien en la península ibérica, bien es cierto que la «cultura de Halltatt» tuvo mucha influencia, la de «La Tène» apenas se deja notar en algunas importaciones esporádicas.


- Los pueblos atlánticos del noroeste desarrollaron, a lo largo de la edad del Hierro la denominada cultura castreña, la cual tiene un largo periodo de gestación que comienza en la Primera Edad del Hierro. Al principio, se pensó que esta cultura del noroeste peninsular era plenamente céltica, pero ahora se piensa que los aportes hallstatticos son menores que los atlánticos e, incluso, que los Mediterráneos. La característica distintiva de esta cultura es, evidentemente, la construcción de poblados fortificados, situados en lugares altos, con varios cinturones de muralla concéntricos; en el interior, numerosas casas de piedra circulares, sin organización urbanística, son los llamados castros. Aparte de la arquitectura desarrollan una cerámica propia (aunque comparte ciertos paralelismos con las cerámicas meseteñas), desarrollaron más la metalurgia del bronce que la del hierro y tienen diversas manifestaciones escultóricas como los guerreros lusitanos y las casas ceremoniales ornadas con portadas laboriosamente esculpidas llamadas «Pedras formosas»25 de las citânias portuguesas. Su economía era agropecuaria, pero en ella tenían vital importancia la recolección de frutos silvestres, la pesca y el marisqueo. Por lo demás, la cultura castreña galaico-portuguesa tuvo una larga pervivencia durante el imperio romano, siendo una de las zonas que más se resistieron a la romanización y que mejor mantuvieron sus tradiciones.




- El Interior de la Península ha sido considerado tradicionalmente un territorio céltico de clara influencia hallstática debido a la presencia de grupos locales bastante puros en las zonas cercanas a los Pirineos. Sin embargo, hoy se sabe que la Meseta Central mantuvo, desde el primer momento, una fuerte tradición local y nunca llegó a desarrollarse un horizonte cultural de campos de urnas, por lo que se descarta una invasión celta, aunque es imposible negar la influencia céltica. Tres grandes grupos culturales previos al mundo celtibérico (protohistórico o pre-romano) merecen ser citados, el primero de ellos es la llamada Facies Soto de Medinilla, asentada en el Duero medio, mezcla aspectos intrusivos de gentes foráneas con otros locales. Se trata de una cultura agrícola (basada en el cultivo del trigo) que, a pesar de su cronología (siglo VIII a. C.-siglo V a. C.) apenas pudo conocer el hierro. Algo más tardía es la cultura de los Castros de Soria y Guadalajara (siglos VI y V a. C.), que en este caso es de carácter pastoril y con hábitats fuertemente defendidos, nos habla de tiempos de crisis.26 El hierro comenzó a ser más abundante en esta época, quizá porque se descubrieron minas en el Moncayo. Quizá por eso, las numerosas necrópolis halladas en el oriente meseteño, campos de urnas cinerarias, tienen tumbas de guerreros y jinetes con un abrumador repertorio de armas de influencia hallstática, a las que se han incorporado elementos de la tradición local. Destacan las cachas de hueso, los grandes pomos con antenas atrofiadas o en forma de enorme T y fastuosas vainas adornadas con discos, todo ello con incrustaciones y nielados de plata con complejísimos motivos decorativos. Sin duda, al margen de su utilidad bélica, se trataba de objetos que exhibían el rango social de sus portadores.




La tercera gran cultura a reseñar es la denominada Cogotas-II (siglos V a III a. C.), que precede al mundo celtibérico y que se ha asociado a una economía pastoril y agrícola extendida por toda la Meseta. Sus integrantes habitaban castros fuertemente protegidos por sistemas defensivos hasta ahora desconocidos (murallas ciclópeas en varios recintos sucesivos, cada cual más inaccesible, puertas con entradas desviadas para dejar a los posibles atacantes a merced de los arqueros, enormes extensiones de piedras hincadas para repeler los ataques de la caballería...), los castros de Las Cogotas, Las Merchanas, Sanchorreja..., son excelente ejemplos. Los elementos materiales de la cultura de Cogotas II no parecen enlazar con la tradición de Soto de Medinilla, excepto en pequeños detalles (sobre todo en los excelentes objetos metálicos de prestigio), lo que deja en el aire cuáles son los entresijos de esta evolución.




A menudo, el horizonte de Las Cogotas II se asocia a los Vettones, y recibe el nombre de «cultura de los Verracos». En el siglo III a. C. se produce la transición al mundo celtibérico, quizá debido a la llegada de un nuevo grupo de extranjeros que al mezclarse con los nativos dinamizaron los aspectos culturales, aunque no podemos descartar la influencia ibérica mediterránea.

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